30 may 2011

Una hora más...




Cuando tienes una hora más de felicidad… los buenos momentos se hacen interminables.

Al despertarte, puedes decir una hora y cinco minutos más.

Tardas más en abrir los regalos y, los abrazos se hacen eternos.

Cuando la felicidad dura una hora más, todos los besos son como el primero.

Y las estrellas y las miradas dejan de ser fugaces.

Con una hora más de felicidad, las palabras se las sigue llevando el viento, pero un poco más tarde. Los libros tienen más páginas. Los paseos son más largos. Y las canciones duran 63 minutos.

Cuando la felicidad dura una hora más, tienes más tiempo para colocarte en las fotos.

Más minutos para empatar y más segundos para sonreír.

¿Qué haces con tu hora más de felicidad?

No me contestes ahora… tienes una hora más para pensártelo.

¡En canarias, una hora más de felicidad!


Besos con sabor a... Feliz día de Canarias!

22 may 2011

Con la mano en el corazón y viceversa

Poner el grito en el cielo cuando tienes 15 años, estaba de moda. Era un protestar por protestar y ponerte a la altura del betún, sólo para llevar razón a sabiendas que no era así. Por suerte, esa actitud cambia con los años, o no...

De siempre he sido impulsiva. Es bueno para algunas cosas y malo según para qué.

Pero independientemente de lo bueno o lo malo, todos intentamos estabilizar nuestro carácter.
O lo que vulgarmente se llama: madurar.

De pequeños nos han inculcado la idea de que, "el que siembra, recoge".
Y a veces piensas que, o aún es pronto para ti, o que le ha tocado a otro recoger tú parte.

Y esperas... y esperas... y esperas... Y cuando ya no soportas dejar el culo en la silla, lógicamente te cansas de esperar. Y te permites el lujo de tirar la toalla o lamentar que no tienes suerte, por no decir que eres tonta.
(Pues ya está, ni pa tí, ni pa mí)

Lo peor es cuando un día te levantas, miras para atrás, (en sentido figurado) y te das cuenta que no has hecho nada en la vida.

¿Será por aspiraciones?

Pero bueno, se te cruzan los cables y no hay nada que consuele ese malestar que te indica, que efectivamente, has pasado por la vida de puntillas.

¡Y oye, qué coraje da! ¿No?

Te sientes impotente frente a tal sentimiento y cualquiera te dice que eso no es así.

¡Vamos, con lo cabezota que eres tú!

Y después de un día intenso y más largo de lo habitual... Llegas a un punto, en el que te da vergüenza haberte sentido como un gatito abandonado.

Realmente, no quieres dar pena, pero maldices tú suerte por sí sirviera de algo. Y te retumba en la cabeza eso de que: "tienes que cambiar, no te fíes de todo el mundo, cambia el chip, estudia un poco..."

Pero se te hace un esfuerzo enorme, subir hasta la cuesta más pequeña, porque irremediablemente, ya vienes cansada de atrás. Del esfuerzo que haces para llevar tú propia carga, y la que tú solita, sin permiso, te has cargado a la espalda. (Ya me dijo el traumatólogo, que no cogiera mucho peso).
Debería de seguir sus consejos...

Y por más que lo intentas, te implicas. Porque crees que es tú deber. Quieres colmar a esa persona con lo mejor de ti, aunque veas que nunca es suficiente. Pero lo sigues intentando, porque para ti, merece la pena. Y aunque no aportes absolutamente nada, te sientes hasta útil.

(Acabé por encargar un chip. Pero este en concreto no quedaba en tienda y me tendré que esperar un poco)

Ojalá fuera así de fácil... ¿No?

Desilusiones nos llevamos todos.
Pero cuando algo realmente te duele, eres "casi" incapaz de ver más allá.
Por que solo te ciega la idea de, ¿porqué a mi?

Y te planteas la idea de cambiar, porque en ese momento, quieres sacar la cabeza al exterior, cerrar los ojos y sentir como el aire acaricia tú cara. Pero no te mientas. Cuando vuelvas a la realidad, todo seguirá igual. Sólo que con la cara más fresquita y con la sensación de tenerla recién lavada.

Me encantaría comerme el mundo... Volver a ser, la niña que dejé atrás. Porque vivía ajena al daño, a la hipocresía, a las mentiras, al dolor de los "mayores". Y ahí es cuando piensas: Pero que malo es madurar, ¿no?

Llámame como quieras. Después de que hayas leído esto, me expongo a ser criticada.

Pero sinceramente, ¿nunca has pensado que la vida se ceba contigo? (Y no me vale eso, de que hay personas peor que tú). Que te veo venir...

Afortunadamente, después de desahogarse una, mira con otros ojos la vida. (Hasta que te la vuelvan a pegar, efectivamente).

Moraleja o conclusión de un día amargo...
No dejes que te pisen, aunque sea el dedo meñique del pie.

No permitas que nadie te diga lo que tienes que hacer en la vida.
Tú mismo eres dueño de tú persona.

No te dejes avasallar.

Y siempre, siempre, haz lo que te diga el corazón.

Piensa que sí sale bien lo que has hecho, doble gratificación.
Qué sale mal... Pues oye, lo has intentado.

Al final y todo, agradeceré haber derramado esas lágrimas que no te merecías. Porque me he dado cuenta, de que yo valgo mucho y de que hay gente que desea mi felicidad sincera.

No me arrepiento de ser como soy y no te pediré perdón por creer que hacia un bien.

Pero sí andaré con los ojos bien abiertos, (no sea que me vaya a caer y oye, que ya tengo una edad), y me cuidaré de personas como tú. Egoístas por naturaleza. Buscando salvarse el culo antes que nadie, no sea que haga falta saltar del barco. Y cuídate, que sí puede, te quita hasta el chaleco salvavidas.

Será gratificante la espera... Porque "después de la tempestad, vendrá la calma". Y a falta de abuela... Ya me digo yo solita, que ahí afuera, hay algo bueno esperándome.

Y oye, que sí tengo que esperar, pues lo hago. Que otra cosa no tendré, pero paciencia, un rato.

Lo bueno de tener días nefastos, es que te das cuenta de que hay gente que te quiere. Y recompensa, la verdad.

Y sólo por ellos, merece la pena subir la cabeza bien alta y gritar a pleno pulmón... A mis ángeles de la guarda... ¡¡Muchísimas gracias!!. Sin ustedes estaría muy pérdida.


Besos con sabor a... Más fresca que una lechuga.