14 jul 2019

Tristeza sumergida


Hace bastante que no escribo en el blog y estoy como aquel que hace mucho que no coge la bicicleta. Estoy algo oxidada...

No pretendo que salga de aquí un libro, ni siquiera pretendo que tú, que te has molestado en leerme te emociones o sientas pena o lástima. No se trata de eso.

A veces con los quehaceres de la casa, las prisas, los hijos, el trabajo, las preocupaciones... Nos olvidamos de preguntarnos a nosotros mismos cómo nos sentimos. Y yo, estoy triste.

La gente lo asocia siempre con la felicidad. Y nada más lejos de la realidad. 

Para muchos es un tema tabú. Suelen mirarte como un bicho raro. Nadie quiere escuchar las penas del otro. NO tenemos tiempo para chorradas. Somos egoístas por naturaleza. Para lo bueno nos apuntamos todos. Eso está claro. Pero, ¿y para lo malo?

Es increíble cómo han crecido las tecnologías. Casi todo el mundo tiene un móvil y un ordenador. 
Yo tuve la gran suerte de conocer el tú a tú. Los cafés sin móvil, las cartas en el buzón, los juegos de mesa y las conversaciones con pipas de sal incluidas. 

Estamos en una sociedad absorbida por Internet, los "me gusta", el postureo, el: "te voy a contar lo que hago en todo momento". Creo que al final nos alejan más de los nuestros. Somos incapaces de entablar una conversación sin mirar de reojo la pantalla. Y yo no me salvo, desde luego. Yo también estoy metida en el saco.

Estoy triste porque con el paso de los años, me he dado cuenta que al final reduces tu círculo de amistades por vivencias, cosas en común, feeling...etc. Algunos siguen cerca por conveniencia, envidia... Y claro, ya no aguantas lo que tu cuerpo con 20 años te decía. Eso de: "tira pa' lante que ya se verá". 
el círculo es cada vez más pequeño. Te vuelves egoísta, porque no quieres que nadie te haga daño. Pero eres persona y como casi todo el mundo, necesitas tener a alguien cerca. Que te escuche, que sea tu pañuelo de lágrimas o de mocos, (depende de lo fuerte que llores ese día)...

Hace 4 MALDITOS años, se fue para siempre mi mejor amiga. Mi alma gemela. Mi niña. Mi TODO. La conocí en Madrid y bastaron  unas cuantas conversaciones para darnos cuenta que nos habíamos hecho inseparables. 16 años duró. Jamás hubo una palabra más alta que otra. Ni un enfado. Ni un reproche. 

600 kilómetros nos separaban... y créanme, ella SIEMPRE estaba ahí. Para lo bueno y lo malo. 

Su partida me dejó un vacío inmenso. Uno que 4 años más tarde me sigue doliendo como el primer día. 

Te echo tantísimo de menos...

Por suerte sigo teniendo a unos pocos angelitos. Porque aguantarme a mi tiene su aquel. Lo reconozco. 

Espero que tú que me lees seas consciente de que la vida es un puñetero suspiro. Vive locamente, viaja, disfruta de la vida. Déjate mimar. Despéinate, haz el amor, y sobre todo, tómate 5 minutos para decirle a esa persona: ¿Nos tomamos un café?. 


Besos con sabor a... CARPE DIEM.