Hace un rato, como cada tarde me hice un
apetitoso café con leche. Al abrir el roperillo para ponerme el azúcar, vi ese
tapper que contiene el gofio. Y como un instinto, lo cogí y me puse. Y casi sin
querer, el olor y el sabor me transportaron a mi niñez, a Gran Canaria.
Estos días lluviosos, me recordaron los
chocolates calientes en el sofá con los maullidos de mi gato Pispito de fondo.
O los cafés en buena compañía. Ya fuera en casa o en alguna cafetería.
A las conversaciones de horas por Hotmail. O
a esa sonrisa por Skype que me decía que todo saldría bien.
Esas cartas cada 15 días en mi buzón.
Y la mini conversación que he tenido con esa
“amiga”. Que por muy mal que me sentara, me abrió los ojos.
El reencuentro de una amistad perdida.
Una notificación del WhatsApp que te avisa
de que alguien se acuerda de ti. Una llamada inesperada o un mensaje de texto.
Ese libro que te lleva al pasado.
Un abrazo en el momento más crítico.
“Te doy un toque y nos tomamos algo”
Una mirada que te dice: todo saldrá bien.
Ese beso de bienvenida.
Un ¡claro!: ¿a qué hora?
Esa colonia que te recuerda a tu madre.
Esa fecha, esa hora…
Esa canción que cantabas con locura y que
por alguna razón habías olvidado.
Ese lugar mágico que visitas para aislarte
del mundo y a la vez te hace sentir en casa.
¿Acaso me vas a decir que no?
Al fin y al cabo, los pequeños detalles son
los que te alegran el día y te dan otra perspectiva de todo de una forma más
simple.
Besos con sabor a…
Muy bonito, me has recordado esto:
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=hoCZ8H0RAsA